viernes, 5 de septiembre de 2008

Inocencia infantil. Mateo 18:3


Jesús nos enseña una gran lección con los niños, ellos confían en Él plenamente, sin ninguna duda. Nuestros niños son vasos de honra en nuestras manos, para presentarlo al Señor. ¿Cómo estamos criando a nuestros niños? ¿Lo estamos conduciendo por las sendas cristianas? ¿Cómo esta usted en la presencia de Dios? ¿Se ha hecho un niño en la presencia del Señor? El niño y su inocencia, bien el Señor Jesús ilustra la grandeza del reino de los cielos con los niños, ellos son sencillos, se dejan enseñar, son dóciles, son sentimentales y curiosos. Ellos dependen de sus padres en todas sus necesidades, sean ellas: Ropa, zapato, juguetes, pan, techo, estudio, medicina, amor, protección y una dependencia total de sus seres queridos. Así nosotros debemos de ser como los niños, debemos ser humildes, enseñable, maleables, dependientes en todo del Padre Celestial. Yo debo menguar para que Cristo crezca en mí. Y Él nos exalte a su debido tiempo. 1Pedro 5: 5-6. La única manera de convertirse en niño, es nacer de nuevo. Juan 3: 5. El agua era el concepto central del ministerio de Juan el Bautista, poniendo fin a la antigua creación del hombre. El Espíritu es el concepto central del ministerio de Jesús, haciendo germinar al hombre a una nueva creación, Jesús da una advertencia y dice: “Por estos pequeños” El Señor quiso decir también por los nuevos en la fe. Que trágico es cuando somos la causa de que otros creyentes tropiecen. Romanos 14: 1- 3, 13. Jesús dijo: “A cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños…mejor le fuera que se le colgara una piedra de molino…y que se le hundiera en lo profundo del mar.” Mateo. 18: 6. Por que el pecado viene del corazón y no de las manos o de los pies. Debemos encarar nuestros pecados con sinceridad, confesarlos y olvidarnos de ellos. En el libro de I Corintios 13: 11. Nos enseña a no ser niños. En este pasaje el apóstol Pablo señala la etapa de crecimiento del creyente, de niño a hombre. Los niños hablan cosas que no entienden. Son dados a culpar a otros por sus acciones. El amor nos hace madurar en la vida, los dones nos mantienen en la infancia. En la mente de los niños se mezclan la realidad con la ficción. Muchos creyentes actúan como niños: Se vuelven criticones, negativos, rebeldes y chismosos, hablan mal de los pastores, de los hermanos y de la congregación, se queja de la situación política, de la inflación, los salarios no aumentan, se quejan por todo y por nada, ¡Niños! En vez de quejarnos, porque no nos preguntamos ¿Qué puedo hacer para mejorar la situación en que vivimos? Como los niños, no han crecido, a muchos creyentes les gusta hacer espectáculo, gritan para ser atendidos, mienten a menudo y echan la culpa a otros para llamar la atención. Hay hermanos que nunca asumen sus responsabilidades y luego culpan a otros por su irresponsabilidad o errores. Los medios de comunicación influyen en la mentalidad de los niños, con héroes infantiles, haciéndoles pensar que son ellos los tipos de la película. Hay creyentes que andan buscando súper predicadores, héroes en fe y en palabras y cuando ellos no se creen superior a los demás. Otros piensan cosas absurdas, por ejemplo: Nadie me ama, mejor me voy de la iglesia o de este país, voy a dejar al Señor. El niño juzga por la apariencia. El monstruo para ellos es la persona, cuando en realidad los verdaderos monstruos de la historia han sido personas bien parecidas. Muchos hermanos juzgan por lo que ven, algunos dicen así: “El hermano está mal”, “la hermana esta en desobediencia”, “el hermano está enfermo porque Dios lo castigó”. El apóstol Pablo concluye con estas palabras su amonestación: “Mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”. 1 Corintios 13: 11. Amados hermanos, hay que madurar, hay que crecer, hay que dejar de ser niños. Por lo tanto: seamos niños en nuestra humildad, creyéndole al Señor en todo, como el niño que le cree a su padre terrenal, en todo. Dejemos de ser niños y maduremos en la fe, en palabra, en obediencia, en ejemplo y en santidad de vida. Es tiempo de crecer, de aportar y madurar en el Señor.

Apóstol David Lladó

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