En la biblioteca de una pequeña ciudad había un libro de cuentos en blanco. Tenía un aspecto excelente, y una decoración impresionante, pero todas sus hojas estaban en blanco. Niños y mayores lo miraban con ilusión, pero al descubrir que no guardaba ninguna historia, lo abandonaban en el estante donde estaba. No muy lejos de allí, un precioso tintero seguía lleno de tinta desde que hacía muchos años su dueño lo dejara olvidado en una esquina. Tintero y cuento lamentaban su mala suerte, y en eso gastaban sus días, en puro lamento.
En una de estas veces en que el cuento fue abandonado, se quedo junto al tintero. Ambos compartieron sus desgracias durante días y días, y así hubieran seguido años, de no haber caído a su lado una elegante pluma de cisne, que en un descuido se había soltado en pleno vuelo. Aquella era la primera vez que la pluma se sentía sola y abandonada, y lloró profundamente, acompañada por el libro de cuentos y el tintero, que se sumaron a sus quejas con la facilidad de quien llevaba años lamentándose día tras día.
Pero al contrario de sus compañeros, la pluma se cansó enseguida de llorar, y quiso cambiar la situación. Al dejar sus quejas y secarse las lágrimas, vio claramente cómo los tres podrían hacer juntos mucho más que sufrir juntos, y convenció a sus amigos para escribir una historia. El libro de cuento puso sus mejores hojas, la tinta no se derramó ni un poco, y la pluma puso montones de ingenio y caligrafía para conseguir una preciosa historia de tres amigos que se ayudaban para mejorar sus vidas.
Un joven maestro que pasaba por allí triste y cabizbajo, pensando cómo conseguir la atención de sus alumnos, descubrió el libro de cuento y sus amigos. Al leerlo, quedó encantado con aquella historia, y recogiendo a los tres artistas, siguió su camino a la escuela. Allí contó la historia a sus alumnos, y todos se mostraron atentos y encantados.
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