Este pasaje bíblico empieza con palabras del mismo Jesús, indicando cuál es su identidad y cuál es su relación con Dios y el pueblo. El texto podemos bosquejarlo de la siguiente manera para su mejor comprensión y aplicación:
1-2: La actividad del Padre;
Jesús declara que él es la vid verdadera, no cualquier vid, la cual ha sido plantada por Dios quien es el labrador que ha plantado esta vid. Él es el Señor de la viña y la cuida con amor. Dios como Padre está en constante actividad y cuida de que los pámpanos den frutos, de lo contrario los quitará. El nuevo pueblo de Dios está ligado a la vid verdadera, quien es Jesús. La advertencia de Jesús a su pueblo es que tiene que dar frutos. Es de alguna manera la misión de la Iglesia: hacer nuevos discípulos. De lo contrario será cortado.
La iglesia, es una comunidad en expansión. Todo pámpano que está nutrido debe dar fruto; en otras palabras, todo integrante de esta comunidad tiene un crecimiento que realizar y una misión que cumplir. El fruto es la evidencia del hombre nuevo. Pero un pámpano que no produce fruto es porque no responde a la vida, no se está nutriendo de la savia que es Cristo. El Padre, quien es el labrador y cuida de su viña, se encarga de cortarlo, porque es un pámpano seco, sin vida y no sirve. Pero, el pámpano que sí da fruto, tiene vida, ese tiene el cuidado del Padre.
3-4: : La Comunidad: condición para el fruto;
Los discípulos, nosotros, que estamos limpios o salvos por el Evangelio, podemos ya dar frutos. No estamos contaminados por el odio, la maldad, la injusticia, el pecado. El mensaje de Cristo ya nos ha liberado plenamente. No hay excusas validas para no dar frutos. Hay una advertencia para dar los frutos, es necesario estar ligados a la vid (Jesús). Jesús nos exhorta a renovar nuestra adhesión a él. Esta unión con Jesús no es algo automático ni un ritual, se requiere una decisión personal para hacerlo.
5-6: El discípulo: fruto y esterilidad;
Jesús vuelve a repetir su primera afirmación: "Yo soy la vid" y define la relación que hay entre él y la comunidad; la comunidad está representada por los pámpanos. Hay una unidad y una unión íntima entre Jesús y sus discípulos. Podemos crecer y dar frutos porque nos nutrimos de su savia. Hay vida en plenitud, porque hay comunión plena. Quien no le sigue, no permanece y no se nutre de la savia, se seca, no tiene vida. Por lo tanto es sacado de la vid y se muere. Es morir en vida hasta la muerte definitiva.
7-11: La fidelidad: condición para la alegría;
El resultado de vivir unido a Jesús tiene sus ventajas: hay bendición. Jesús es fiel y solidario con los suyos, sin límite alguno, no los abandona en ningún momento. Podemos pedirle y él nos dará. Lo que hace posible esta unión es el amor verdadero, que es la base de toda fidelidad. Jesús y el Padre son fieles y de esa manera debe ser nuestra fidelidad como cristianos. En esta relación es glorificado Dios. Como resultado de esta relación es la alegría y el gozo. Es decir, la paz verdadera.
12-17: La tarea común en el amor.
El amor entre los integrantes de la comunidad, la iglesia, es un mandato del Señor. Ejemplo él ha dado, ha dado su vida hasta la muerte en la cruz. Por eso, el verdadero amor, cambia la relación entre las personas. Entre Jesús y su Iglesia. De condición de siervos ahora se pasa a la de amigos. Es la amistad la nueva dimensión del amor, siempre y cuando haya obediencia y fidelidad. Los discípulos de Jesús no son sus asalariados sino sus amigos. En la misión somos compañeros con Jesús. Él nos ha amado primero y nos ha elegido.
Renovemos nuestro pacto con el Señor, sigamos ligados a Su amor como pámpanos que necesitamos nutrirnos de la savia verdadera y poder tener vida en abundancia para seguir creciendo y dar más frutos, cada vez mejores y de calidad.
Amén.
Ptra. Ronilda de Lladó