miércoles, 14 de octubre de 2009

Limitaciones - 2 Reyes 5:10-13


No debe escapar de nuestra observación la forma en que Naaman fue recibido por Eliseo. Era un hombre acostumbrado a que otros le rindieran pleitesía, pues ocupaba un importante puesto en la corte del rey a quien servía. No ha de sorprendernos que él se considerara una persona más importante de lo que realmente era. En esto no se diferencia mucho de nosotros, pues fácilmente somos intoxicados con nuestro propio sentido de importancia.

Cuando llegó a la casa de Eliseo, el gran profeta ni siquiera salió a recibirlo en persona. Simplemente envió a su criado con un mensaje para el gran guerrero. Sin duda, parte del trato de Dios para aquellos con los que desea entablar una relación incluye hacerlos caminar en humildad. Aunque Naamán debió sentirse insultado por semejante humillación, el obstáculo más grande para su sanidad no se encontraba en esta afrenta contra su dignidad. Él mismo delata la razón por la cual se siente tan airado: «Yo pensaba que el profeta?» Es decir, Naamán se había formado una idea de cómo sería la intervención de Dios en su vida.
El Señor es tan creativo e impredecible que jamás podremos anticiparnos a la manera en que se moverá.
Al igual que muchos de nosotros, una vez que tenía elaborado su concepto de cómo actuaría el Señor era incapaz de concebir que lo hiciera de otra forma. Cuando creemos que podemos anticiparnos a los movimientos de Dios automáticamente descartamos otras manifestaciones; quedamos atrapados por nuestras propias expectativas. El Señor, no obstante, es tan creativo e impredecible que jamás podremos anticiparnos a la manera en que se moverá. Al saber que su capacidad para intervenir es tan ilimitada como los cielos mismos, es mejor que nos armemos de un espíritu abierto, dispuesto a ser sorprendidos por las más extraordinarias y rebuscadas expresiones.


En segundo lugar, Naamán halló que la propuesta del profeta era ridícula. Si de bañarse en ríos se trataba el asunto, en su propio país había ríos de sobra y mejores que los del territorio de Israel. ¡Si hubiera sabido que le iban a proponer un plan tan absurdo, bien se podría haber evitado tan largo viaje! Pero precisamente es en este punto donde tropiezan las personas con las mentes más privilegiadas: creen que los planes de Dios tienen que poseer la misma lógica e inteligencia que los planes de los hombres. Al medirlos con esta vara, sin embargo, las propuestas del Señor, son francamente incoherentes, como atestigua una y otra vez la historia del pueblo de Dios. Cuando caminamos con el Señor tenemos que estar dispuesto a hacer lo que el manda, aun cuando puede parecer ridículo.



Dios conoce el camino que tú tomas. Nosotros no conocemos el camino que Él toma.



Apóstol David Lladó

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